LOS RETOS EN LA FORMACIÓN DE LOS COMUNICADORES EN MÉXICO1
Blanca Chong LópezMiembro del Cuerpo Académico Sociedad, Comunicación y Cultura
blancachong@mail.uadec.mx
1 Artículo publicado en la Revista Códigos, de la Universidad de las Américas Puebla, Tercera época, año
1, volumen 1, número 1, Otoño 2008.
Resumen
A casi cincuenta años de enseñanza de la comunicación en nuestro país, existen
sin duda importantes avances en el campo, pero también dificultades que no han sido
superadas. En la actualidad, la complejidad de la realidad social y los acelerados
cambios en la comunicación exigen una revisión profunda de la formación de los
comunicadores. Nos encontramos frente a una carrera cuyo perfil tanto académico
como profesional está siendo sometido a nuevas presiones, que tienen su origen en una
sociedad en la que la comunicación media profundos cambios en todos los ámbitos.
Ante ese panorama, es necesario plantearnos, entre otras, la siguiente interrogante:
¿Hacia dónde debe orientarse la formación de los nuevos comunicadores?
Palabras clave: formación, comunicadores
La oferta educativa en Comunicación
A partir de la creación en 1960 de la primera licenciatura en Ciencias y Técnicas
de la Información, en la Universidad Iberoamericana, la oferta educativa en la carrera ha
experimentado un gran crecimiento, sobre todo en las dos décadas anteriores. Durante
los noventa se produjo el crecimiento más importante de las escuelas. En 1999 el
número de Escuelas de Comunicación sumaba ya 240 (Benassini, 2001). Con más de
treinta nombres y aproximadamente 50 mil alumnos inscritos, esas licenciaturas
ocupaban el octavo lugar en demanda a nivel nacional. Para 2003 existía un total de 373
Programas de Licenciatura en Comunicación en el país, y aproximadamente 65 mil
alumnos. (Morín, 2005). Según la Secretaría de Educación Pública, el número de
alumnos inscritos en el ciclo 2006-2007 era de 72,224 (Observatorio Laboral, 2008).
No obstante el crecimiento tan importante de la matrícula, subsisten dificultades
en la formación de los comunicadores, las cuales han sido abordadas por diferentes
estudiosos del tema, algunos de ellos refiriéndose a América Latina en general, pero que
resultan válidas para el caso de México.
La enseñanza de la Comunicación en México
En México, al igual que en América Latina, han predominado sucesivamente tres
“modelos” o proyectos fundacionales para la formación de comunicadores, que de
diversas maneras articulan en el currículum los saberes considerados pertinentes en
función de diversos perfiles profesionales: la formación de periodistas, el comunicador
como intelectual y el “comunicólogo” como científico social (Fuentes, 1999). Cada uno
de estos modelos ha conformado de diferentes formas el núcleo de la comunicación
como disciplina académica, sin que ninguno de ellos haya logrado legitimarse, ni
profesional ni universitariamente. En muchos casos los planes de estudio aún tienden a
una integración poco clara de elementos de estos tres modelos, sin una articulación
claramente definida. Existe pues una “desarticulación múltiple”, que caracteriza al
campo académico de la comunicación.
A pesar de que el último de estos modelos surgió hace más de tres décadas, no
puede reconocerse todavía una propuesta alternativa de formación de profesionales de
la comunicación, sino múltiples intentos de aglutinar los mismos elementos. Es
significativo también que con frecuencia los egresados y estudiantes insistan en que lo
que falta en la carrera es un mayor contacto con la realidad.
Diversos estudiosos del tema (Benassini, 1999; Fuentes, 2000; Garagy, 2006; Luna,
1995; Marques de Melo, 2001; Martín Barbero, 2001; Orozco, 1994) han señalado
algunos problemas, que a pesar del tiempo transcurrido subsisten actualmente en torno
a la formación que se ofrece en las escuelas de comunicación:
a) La desvinculación entre la teoría y la práctica, dificultad que no es nueva. Hasta
ahora, la formación de los comunicadores se ha visto permanentemente en lucha
entre una tendencia fundamentalista y otra practicista. Al no estar constituido
por una disciplina, sino por un conjunto de saberes y prácticas pertenecientes a
diversas disciplinas y campos, “el estudio de la comunicación presenta
dispersión y amalgama, especialmente visibles en la relación entre ciencias
sociales y adiestramientos técnicos. De ahí la tentación tecnocrática de superar
esa amalgama fragmentando el estudio y especializando las prácticas por oficios
siguiendo los requerimientos del mercado laboral” (Martín Barbero, 2001:8).
b) Ausencia de una tradición interdisciplinar en nuestras universidades, lo que ha
dificultado la movilidad de los estudiantes por áreas afines.
c) Las Facultades de Comunicación están olvidando el sector de las humanidades y
buscan la práctica sobre cosas efímeras, las del ejercicio profesional. Los
estudiantes, por su parte, optan por la centralidad de la comunicación.
d) En muchas instituciones que ofrecen la carrera ha existido una ausencia de
investigación institucionalizada. La formación de recursos humanos se ha dado
en base a conocimientos importados.
e) Semejanza entre planes de estudio, que se traduce en homogeneidad en cuanto a
objetivos, perfil de ingreso y egreso, así como en las modalidades de ejercicio
profesional. El diseño curricular y la formulación de planes de estudio con
frecuencia se reducen a la integración de una serie de materias o asignaturas, sin
contenidos desarrollados.2
Los planes de estudio en muchos casos se presentan en forma recurrente con un
discurso que considera la satisfacción de las necesidades sociales, cuando la
mayoría están orientados a los medios de comunicación. Las prácticas
comunicativas en la sociedad son muchas y diversas, al igual que las
necesidades sociales de comunicación. Es por tanto limitado considerar que el
campo de la comunicación es sinónimo del mercado alrededor de los medios
masivos.
f) Son escasas aún las instituciones que cuentan con planes de estudios que
permitan al egresado acceder a los nuevos campos profesionales. Las escuelas de
comunicación mantienen una orientación que favorece la reproducción de los
esquemas tradicionales en la formación de profesionales. No consideran otros
campos que demandan su atención, ni consideran los nuevos retos producto de
los cambios políticos, socioculturales y tecnológicos.3
g) Son pocas las carreras de comunicación que han estructurado sus perfiles
profesionales, sus planes y programas de estudio a partir de un análisis del
mercado de trabajo y de las necesidades sociales. Cabe señalar que en este punto
se reconoce que una correspondencia puntual no solo no es deseable, sino
2 Aunque no se dispone de un estudio reciente, la experiencia permite afirmar que esta es una situación
que sigue presente, pero que en alguna medida se va superando por las exigencias de las políticas
establecidas para la educación superior, que obligan a las instituciones a someter a procesos de
acreditación sus distintos programas.
3 En un estudio reciente, realizado entre egresados de comunicación de la ciudad de Torreón, Coah.
(Chong y Santiago, 2007), quienes respondieron la pregunta sobre el área de comunicación en la que se
desempeñan, señalan que el mayor porcentaje, 26 por ciento, se ubica en comunicación organizacional,
seguido de un 17 por ciento en relaciones públicas y 13 por ciento en prensa. El resto labora en una serie
de actividades que van desde las nuevas tecnologías hasta la comunicación política. Quienes están
trabajando en radio representan un 6.5 por ciento y los que lo hacen en televisión suman un 7.8 por
ciento. Estos resultados indican que la incorporación al mercado laboral de los nuevos egresados de
comunicación ya no se da en primer lugar en los medios, como ocurría hasta hace pocos años.
imposible. No existe una demanda laboral para los comunicadores
suficientemente estable y configurada en sus exigencias profesionales, de
manera que pueda sustentar estrictamente la enseñanza.4
h) Entre los obstáculos laborales a los que se enfrentan los comunicadores, está la
inserción de autodidactas, sobre todo en los medios y la participación de
egresados de otras licenciaturas en ámbitos de ejercicio profesional de la carrera.
i) Es frecuente que directores de medios o de empresas consideren que la
comunicación es algo “sencillo” que no requiere una formación profesional
específica. Los empleadores aún ubican al comunicador más como un
trabajador de los medios y pocos lo identifican en una organización de otro
tipo. Aunado a lo anterior, en muchos casos quienes contratan a los egresados de
la carrera, aún conociendo las características de su formación, consideran que
no poseen los conocimientos, competencias, habilidades y actitudes requeridas
para formar parte de su empresa, y prefieren emplear a egresados de otras áreas.
La academia y la universidad han legitimado la profesionalización de la
comunicación, pero no ha ocurrido lo mismo en el mercado laboral.
Los retos que han enfrentado las escuelas de comunicación desde hace décadas se
suman a los nuevos desafíos que el entorno les ha ido imponiendo. Fuentes (1997) hace
un listado de los desafíos que en los noventa enfrentaban las escuelas de comunicación,
los cuales siguen siendo vigentes en el momento actual:
4 Según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo STPS-INEGI (Observatorio Laboral), en
2007 había en el país 123 mil personas que estudiaron la carrera de comunicación y se encontraban
laborando. Las áreas de ubicación eran muy diversas: a) Escritores, críticos, periodistas y redactores
(10.4%); b) Directores, productores, locutores y conductores de espectáculos y programas artísticos,
culturales y deportivos (6.4%); c) Directores, gerentes y administradores de área o establecimientos,
empresas, instituciones y negocios públicos y privados (9.1%); d) Secretarias, taquígrafos, capturistas y
similares (4.2%); e) Agentes y representantes de ventas, corredores de valores, seguros, bienes raíces,
subastadores y rematadores (5.9%); f) Otros (64%). Por supuesto, queda la interrogante sobre que áreas
abarca la categoría de Otros.
El primero, el desafío de la legitimación académica del campo de la comunicación
dentro de las ciencias sociales y las humanidades, como carrera universitaria y como
profesión socialmente relevante. La clarificación social del sentido del campo seguirá
siendo difícil en la medida en que sus propios practicantes lo continúen considerando
sólo como un conjunto de técnicas o de aplicaciones sin especificidad teórica o como
una ocupación éticamente neutral. Este reto engloba a los demás, y por tanto sólo puede
superarse a través de ellos.
Un segundo desafío es el de la consolidación universitaria del estudio de la
comunicación, en el contexto de la relación universidad-sociedad y de la significación
del trabajo académico.
En tercer lugar se ubica la recuperación de las articulaciones mutuas entre la
formación universitaria y las prácticas profesionales. El conocimiento académico no ha
sido suficientemente confrontado con la práctica social por los profesionales de la
comunicación. Es necesario que las escuelas de comunicación conozcan
sistemáticamente las condiciones de los ejercicios profesionales que desempeñan sus
egresados.
El cuarto desafío tiene que ver con la dotación de recursos, especialmente
profesores de comunicación, profesionales de la educación superior. Debe considerarse
además los retos que son relativamente más recientes, como son la crisis de los
paradigmas en las ciencias sociales, las implicaciones de las innovaciones tecnológicas,
el predominio de la racionalidad tecnocrática y la irracionalidad de las fuerzas de los
mercados.
No se propone ignorar los condicionamientos que existen en el entorno social,
que limitan los alcances de las prácticas educativas y comunicativas. Las debilidades de
la enseñanza de la comunicación en México y del campo académico de que forma
parte, reflejan las características generales del sistema de educación superior en el país,
sin embargo, por grandes que puedan ser las “determinaciones estructurales” siempre
existen márgenes de acción. (Luna, 1995; Fuentes, 2000).
Es importante señalar que no todo ha sido dificultades en la enseñanza de la
comunicación en México. Uno de los logros importantes ha sido la existencia de
organismos como el Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las
Ciencias de la Comunicación, CONEICC, fundado en 1976 y la Asociación Mexicana
de Investigadores de la Comunicación, AMIC, creada en 1979. Ambos han constituido
un espacio que permite el diálogo y el trabajo conjunto para las instituciones y sujetos
involucrados en la formación de comunicadores y la investigación de lo relacionado
con el campo.
Otros logros en años recientes, que propician la consolidación del campo
académico de la comunicación, han sido la creación de posgrados, que permiten
fortalecer la formación de recursos humanos para la enseñanza y la investigación; de
centros de investigación que han venido a dar un importante impulso a la generación de
conocimiento, así como un cada vez mayor número de revistas especializadas que
facilitan su difusión, y un centro de documentación que reúne casi todo lo que se
publica en el país, en relación con el campo académico de la comunicación.
El nuevo contexto para la enseñanza de la comunicación
Para superar las dificultades y retos señalados, es necesario tener en cuenta el
entorno en el que se da hoy la formación de comunicadores. Actualmente comunicación
significa la punta de lanza de la modernización, el motor de la transformación
industrial y los cambios culturales, puesto que asociada al desarrollo de las tecnologías
de información, la comunicación nos permite la posibilidad de alcanzar la
modernización en la industria, la eficacia en la administración, las innovaciones en el
campo educativo. (Martín Barbero, 2001).
Sin embargo, la centralidad que hoy en día tienen los fenómenos de la
comunicación no puede traducirse en una autosuficiencia teórica de la “comunicología”,
sino más bien en un nuevo compromiso de las ciencias de la comunicación con las
ciencias sociales y las humanidades, para llevar a cabo un análisis pluridisciplinar de
las nuevas formas de comunicación en la sociedad moderna. (Moragas, 2000) Es
necesario corregir la tendencia a la “hiper-comunicología” que se ha acentuado en
algunos planes de estudio en años recientes. La fundamentación teórica de la
Sociología, la Antropología, la Economía, sigue siendo indispensable para abordar
materias propias del campo de la comunicación, como son la Sociología de la
comunicación y Economía de la comunicación.
Es importante considerar también que nos encontramos en una etapa de
transición, de la era de la comunicación de masas a una nueva era de la información
multimedia y en red. Es indispensable por tanto modificar el enfoque de nuestra
docencia e investigación, puesto que no estamos ya en la sociedad de los “medios
masivos”, sino en la sociedad de la información. Debemos corregir aspectos como
mantener en nuestros planes de estudio materias que corresponden a lo que era nuestro
objeto de estudio hace varias décadas.
En la enseñanza actual de la comunicación requerimos definir y contextualizar
el nuevo modelo de sociedad, de la sociedad de los “medios masivos” a la “sociedad de
la información”, como referente para interpretar las nuevas formas de comunicación,
las nuevas funciones y los nuevos usos de los medios. La formación académica y la
investigación en este campo deben considerar los modelos de comunicación
emergentes, particularmente los que son resultado del desarrollo de Internet, y al mismo
tiempo tener la capacidad de analizar los efectos de las transformaciones tecnológicas
sobre los medios convencionales. El análisis teórico debe orientarse también hacia la
prospectiva, interpretando los nuevos procesos y sobre todo, la convergencia de factores
diversos, como cultura, comunicación, y desarrollo económico.
Uno de los retos que el entorno que vivimos impone a la enseñanza de la
comunicación consiste en que, en la “sociedad del conocimiento”, es más necesario que
nunca aprender a aprender. Hoy los mejores profesionales de la comunicación son
quienes pudieron adquirir una formación humanística y social que les permitió
desarrollar la capacidad de aprender a aprender, aprender a interpretar y aprender a
comunicar.5
Las propuestas
La aceleración de los cambios en el campo de la comunicación exige una
reforma profunda de algunas simplificaciones universitarias que se han convertido en
una constante. Para Moragas (2000:3), “En la “sociedad del conocimiento” es más
necesario que nunca aprender a aprender, evitar lo que en términos del sociólogo
Ritzke podríamos denominar la McDonalitzación de la enseñanza: enseñanza
prefabricada y utilitaria, en la que los profesores dictan y los alumnos toman apuntes,
donde la lectura y el debate son sustituídos por fórmulas estándar de conocimiento o por
un aprendizaje práctico que se anticipa o se superpone a la sólida formación de
contenidos”.
Las tecnologías de información de que ahora disponemos nos deben llevar a
plantearnos una profunda transformación de las formas de trabajar en la formación de
5 En este punto vale la pena considerar lo que Delors (1997), denomina Los cuatro pilares de la educación
para el Siglo XXI: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a ser y aprender a convivir con los
demás. Se trata de una “educación a lo largo de la vida” que debe aprovechar todas las posibilidades que
ofrece la sociedad.
nuestros estudiantes. Toda la estructura docente de las universidades debe cambiar su
sistema de trabajo para facilitar la digitalización del conocimiento.
Estamos en una etapa de transición, de la era de la comunicación de masas a una
nueva era de la información. Es necesario cambiar el enfoque de nuestra docencia e
investigación: no estamos en la sociedad de los “mass media”, sino en la sociedad “de la
información”.
Así mismo, es urgente una ratificación ética de la comunicación. “Hoy más que
nunca la formación en comunicación tiene que incidir en la preparación de profesionales
con un alto sentido de la ética, conocedores de las características del espacio público, de
la interrelación entre sociedad civil y poder político, y del manejo de los instrumentos
necesarios para contribuir a desarrollar espacios de deliberación que permitan promover
una ciudadanía activa y participativa” (Quiroz, 2001:63).
Para quienes tenemos la responsabilidad de formar comunicadores que se van a
desempeñar en la vida pública, es necesario relacionar la universidad, la ética y la
comunicación. Se trata de un problema que no se agota al introducir contenidos o
materias como ética, o con la crítica a los contenidos de los mensajes de los medios. Se
trata de una cuestión que toca el sentido mismo de la universidad y su responsabilidad.
Según Fuentes (2007), es viable aún una reorientación crítica que permita
reformular y rearticular las intenciones y las condiciones de la formación universitaria
de los comunicadores. Para ello es imprescindible contar con un conocimiento
sistemático y detallado de las relaciones concretas que mantienen los currricula y los
ejercicios profesionales de la comunicación en cada país y región. Hasta ahora es
insuficiente la evidencia empírica con que se cuenta, no sólo en México sino en casi
todas las instituciones latinoamericanas.
Un análisis detallado de las condiciones en que los egresados se incorporan al
ejercicio profesional y de las tendencias que la dinámica social va marcando, es fuente
imprescindible de información que debería fundamentar el perfil del comunicado y
orientar dinámicamente el diseño curricular.
Es necesario revisar las articulaciones universitarias del campo de la
comunicación, en especial la divergencia creciente entre los avances de la investigación
académica y las rutinas de la formación profesional, que para la mayoría de los
estudiantes se ha convertido en un conjunto inconexo de postulados que poco tienen
que ver con las prácticas sociales profesionalizadas actuales.
En la revisión de los programas educativos es imprescindible una
reconsideración de los supuestos básicos sobre las “profesiones de la comunicación”,
que va más allá de las “condiciones del mercado”.
Podemos rediscutir, como propone Fuentes (2000), la idea del comunicador
cuyo futuro tiene futuro: el que en el presente desarrolla las habilidades comunicativas
que le permiten ubicarse en el entorno sociocultural y que ejerce su profesión con un
alto grado de responsabilidad social.
Para la formación de los futuros comunicadores, es válido considerar algunas
características de la imagen que a finales de la década pasada se hacía Fuentes (1999),
acerca del campo académico de la comunicación en México en los siguientes veinte o
veinticinco años. En las dimensiones profesionales de la comunicación, ejercicios cada
vez menos definidos por los puestos o la oferta de trabajo y cada vez más por un modo
específico, el comunicacional, de resolver necesidades y demandas sociales concretas.
Menos conformismo y adaptabilidad a las circunstancias, más creatividad y
sensibilidad. Menos preocupación por el uso de recursos tecnológicos y más atención a
los sujetos de la producción social del sentido.
Mejores recursos y proyectos institucionales innovadores en la formación de
comunicadores, mayor atención a lo educativo, profesores menos obsesionados por los
“contenidos” y estudiantes cada vez más interesados en aprender creativa y
responsablemente. Autoridades menos preocupadas por la certificación y la acreditación
y más por la calidad educativa y la pertinencia social de los estudios que ofrecen. En la
investigación académica de la comunicación, la posibilidad de mayor diversificación, la
consolidación de equipos multidisciplinarios reconocidos y cada vez más competentes
para elaborar explicaciones teóricas y modelos metodológicos que se articulen con los
procesos educativos.
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